Cuando era niño, Gabriel González se sentaba en el suelo de su casa en el Barrio La Granja, en Palmares de Alajuela, a dibujar en un cuaderno mientras su madre Rita María Chavarría hacía arreglos y confeccionaba ropa en su máquina de coser.
Era una herencia familiar. Su abuela Cecilia Araya se lo enseñó a Rita y sus hermanas. Lo que nadie podría adivinar entonces es que él combinaría más tarde sus habilidades en su propio emprendimiento y que ahora crearía una colección exclusiva y única de bolsos en el aniversario de Café Britt.
“Me encanta que la pieza lleve cierto detalle, hecho a mano, y que cada pieza tenga su carácter”, dijo Gabriel, fundador de Gabo Atelier, un emprendimiento que ofrece ediciones limitadas y exclusivas con acabados artesanales.
La reconocida empresa, que conmemora sus 40 años, comercializa la colección a través de su sitio web. La propuesta es reflejar cómo impulsa la innovación, promueve la economía circular e impulsa la creatividad de los colaboradores, pues Gabriel también trabaja en el área de innovación.
“Este año la celebración del aniversario se enfocó en los colaboradores, al tiempo que se hace un homenaje al café“, explicó Tabata Quesada, ejecutiva de mercadeo de Café Britt.
Elección natural
Las libretas en las que él dibujaba animales, mascotas, paisajes, montañas eran hechas a partir de hojas blancas que le llevaba su padre, Juan Rafael, y que encuadernaban con cartulinas de color. Le llevaba también marcadores de colores.
Después de sus estudios de primaria y secundaria en el cantón alajuelense, ingresó a la sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica, ubicada en San Ramón. Su elección de la carrera fue casi natural: diseño gráfico.
Desde entonces combina sus trabajos, los cursos en textiles, cerámica y otros materiales para la confección y sus proyectos emprendedores. Siempre le surgieron oportunidades que supo aprovechar.
Las primeras se presentaron cuando todavía estudiaba en la UCR, en la Oficina de Divulgación e Información en la sede y luego en el periódico El Occidente, que publica y se distribuye en San Ramón. Pronto se abrió otra puerta.
Al graduarse en el año 2010 ingresó a una agencia publicitaria de origen guatemalteco llamada Avance WWP, cuya sede en Costa Rica estaba en Escazú. Se trasladaba todos los días desde Palmares hasta su nuevo empleo.
Le surgieron también oportunidades de proyectos como freelance para diferentes marcas nacionales, como suele ocurrir en esta industria, y en el Museo de Arte Costarricense entre 2016 y 2021. Cuando cumplió su ciclo laboral surgió la posibilidad de trabajar en Café Britt y hasta se mudó a Mercedes Norte de Heredia, muy cerca de las oficinas de la empresa.
Ahí ingresó hace tres años. Trabajó nueve meses en el área de mercadeo y luego, tras un proceso interno, se integró al área de Innovación, donde trabaja en la actualidad.
El negocio no era algo que estuviera lejos de su mundo. Palmares es una zona cafetalera y su padre trabajó en el Instituto del Café.
Gabriel lo recuerda llegando a la casa con un paquete de café orgánico, cuyo empaque le llamó mucho la atención. Lo guardó, sin saber que con el paso de los años conocería a quien lo diseñó: su actual jefa en el área de innovación, Celia Altamirano.
El arte de la moda
Pese a sus diferentes trabajos, Gabriel mantuvo el interés, el gusto y la pasión por la invención de productos y la moda.
Antes de llevar su primer curso de moda textil, creaba aretes y pulseras, entre otras artesanías, que vendía en ferias de la facultad de Bellas Artes de la universidad. Luego participó con sus primeros bolsos.
Le pedía a su madre que le enseñara a coser, a pegar zipper y a realizar otras costuras. Utilizaba textiles que encontraba en la casa y les pegaba una G enorme, la inicial de su nombre como marca.
Las profesoras le hacían pedidos y el dinero le permitía comprar los insumos, como la pintura o materiales de fotografía, que requería para su carrera. También participaba en ferias de Navidad, en especial en San Pedro de Montes de Oca. Todo se vendía. Era su aguinaldo. Fue cuando tuvo su primer emprendimiento.
En esa época, junto con su primo Andrés González, fundó una pequeña marca: Picadillo. Y eso era lo que hacían: diseñaban y confeccionaban con los retazos de tela donados por familiares. Armaban las piezas y así surgían las creaciones.
Luego Andrés decidió establecer su marca para su propio taller. Gabriel, por su parte, fundó Gabo Atelier y se concentró en utilizar materiales alternativos como textiles, plásticos reutilizados y cuero. Pero no dejó de estar pendiente de las tendencias globales de la moda.
Desde que estudiaba, desarrolló su interés por la moda. Escuchaba podcast y buscaba videos en YouTube. Investigaba sobre marcas globales como Gucci y Chanel. Le llamaba la atención el performance, la teatralidad y el espectáculo de las pasarelas, los escenarios, la atención y la importancia de los detalles, como el estampado y los materiales.
Se concentró en investigar en particular el proceso de confección, las pautas que lo rigen y, en especial, cómo se hacían las costuras a mano. Buscaba quién era el director creativo y cómo desarrollaba la creación artesanal. Quería entender a fondo todo el proceso.
Tuvo ocasiones para demostrar sus habilidades. A una compañera de la UCR, Lusiana Vásquez y quien es de San Carlos, le confeccionó y le obsequió el vestido de su boda.
Así definió la propuesta de Gabo Atelier de crear a mano y buscar que cada pieza sea única con elementos artesanales. El catálogo es diversificado. Eso le permitió conectar con una iniciativa en Café Britt.
Para la celebración del 40 aniversario de la empresa, los directores —que conocían el trabajo de Gabriel— le propusieron crear una colección especial de bolsos. La idea era utilizar el material sobrante de los empaques de café de la compañía, dentro de un concepto de economía circular.
Él diseñó la colección con la propuesta de rescatar y honrar la originalidad de los empaques, transformándolo en una nueva pieza funcional. En la colección, que lleva por nombre Escencia y emplean una licencia creativa al añadir una ‘C’, se utilizan distintos remanentes de materiales.
Al final creó tres modelos, con una composición de estampado única, que se presentan en seis creaciones diferentes. Se incluye un bolso estilo mochila y otro con la forma de canasto. Cada uno es una pieza exclusiva.
El proyecto reactivó su pasión por el arte de la confección. Su plan es continuar con el emprendimiento. Deberá dedicarle parte del tiempo libre, aunque no lo lamenta.
El proceso le sirve para relajarse, escuchando la máquina de coser y manteniéndose concentrado en la elaboración de cada bolso.
“Quiero explorar un montón de ideas”, dijo Gabriel.
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