Vanessa Zeledón Vargas y Emanuel Vílchez Vega estuvieron en Italia en 2023. El destino fue el sur, en la región de Puglia. Estuvieron en Trani, una ciudad cerca de Bari, en el tacón de la península y con vista al mar Adriático.
Allí compartieron con familias y conocieron su gastronomía y cultura. Quedaron fascinados por su intensa convivencia alrededor de la mesa, el centro de la vida social.
De vuelta en Costa Rica fundaron Figùrati, un emprendimiento que recrea la convivencia alrededor de una mesa grande llena de comensales y de platillos italianos, desde pizza hasta un gelato.
“Dijimos que íbamos a crear este emprendimiento, en lo que nos apasiona, con un mensaje de compartir con otras personas”, dijo Vanessa.
La gastronomía italiana goza de un fuerte atractivo en Costa Rica. Se contabilizan más de 100 puntos creados por diferentes cadenas en el sector de comidas rápidas. Asimismo, una veintena de restaurantes cuenta con el sello de calidad de la Cámara de Comercio Italo-Costarricense.
Encuentro fortuito
La pareja fundadora de Figùrati proviene de diferentes zonas del país. La coincidencia de la vida los llevó a conocerse y casarse.
Vanessa, que en la actualidad trabaja en Visión Mundial, es de Palmares, Alajuela. En 2010 se mudó a Vargas Araya, en Montes de Oca, a estudiar fisioterapia en la Universidad de Costa Rica (UCR). De su familia, en especial de su abuela Elsie Morales, tomó gusto por la cocina cuando la visitaba en Guanacaste y cocinaban juntas.
Sus padres le cedieron la casa de Vargas Araya, una vivienda grande de varias habitaciones que ella alquiló a estudiantes de diferentes zonas de Costa Rica e incluso extranjeros.
En algún momento había 10 huéspedes, que en muchas ocasiones compartieron la mesa a la hora del desayuno, el almuerzo, el café o la cena, aparte de las largas jornadas de estudio de cada quien en sus materias y carreras.
Durante la pandemia formaron una burbuja, a la que se unió Emanuel, un vecino que provenía de Desamparados y trabajaba en la UCR en mantenimiento electrónico. Llevaba ahí 15 años en ese empleo, atendiendo aires acondicionados y otros equipos de los laboratorios de investigación y formación de diferentes áreas, cuando renunció para fundar Figùrati.
Antes tuvo un emprendimiento con un socio, un food truck de carnes a la parrilla. Lo establecieron en 2017 en un parque de Tres Ríos en Calle Vieja. Ahí, junto al chef, aprendió el arte de la cocina. No fue lo único.
Dos años después, Emanuel se quedó solo en el negocio. Cuando terminaba su jornada en la UCR se trasladaba al food truck. Los fines de semana también tenía que dedicarse al negocio. Fue agotador.
La experiencia también le enseñó que en un emprendimiento se necesita saber cómo producir, cómo atender clientes y cómo gestionar el negocio, desde los trámites, la contabilidad, las planillas y los proveedores hasta el mercadeo.
Durante la pandemia, la UCR estuvo cerrada por el confinamiento y los estudiantes en estudio remoto. Emanuel pudo compartir con el grupo de estudiantes que vivían al frente de su apartamento.
Conocía a Vanessa desde 2018 y en 2022 se casaron. Al año siguiente viajaron a Italia.
Viaje a Italia
La pareja viajó a Italia en 2023. El objetivo era sumergirse en la cultura y compartir con familias cristianas. Se sumergieron del todo.
Conocieron la convivencia que mantienen las familias y sus vecinos alrededor de la mesa. Aprendieron, además, de la gastronomía de la región y las diferencias de los platillos entre las regiones de Italia, en especial entre el sur y el norte. Viajaron mucho a las grandes ciudades, como Nápoles, Roma, Turín y Milán, así como otras poblaciones.
Los italianos con quienes convivieron afirmaban tajantemente que nadie más sabía hacer una pizza como ellos. Vanessa y Emanuel lo asumieron como un reto y se pusieron manos a la obra. Sus comensales quedaron impresionados. Fue el punto de inflexión, el eureka, la epifanía que necesitaban.
Al regresar, en noviembre de ese año, se sentaron a planear el negocio.
Con la experiencia del food truck en mente, llevaron un curso en línea con una escuela colombiana ubicada en Medellín llamada Marketing para Restaurantes. Una de las grandes enseñanzas: realizar pruebas de concepto.
Empezaron. Su primer cliente fue un joven de Barrio Dent que les pidió una schiacciata (que significa “aplastado” o “prensado”), un tipo de pan plano italiano originario de la Toscana, similar a la focaccia pero más delgada y crujiente. El joven y su novia estuvieron en esa región y el emparedado les recordó su viaje.
El menú incluía más platillos italianos. Asistían a eventos organizados por cafetería y de crossfit, donde se daban a conocer.
Vanessa y Emanuel no dejaron de tener presente la experiencia de la convivencia. Figùrati, una expresión que significa “de nada” y da a entender un profundo agradecimiento de la persona, se creó como un negocio tipo street food italiano: platos de alta calidad preparados al momento y de forma artesanal con un costo accesible.
En la actualidad su menú incluye arancini (unas bolas de arroz empanadas y fritas, típicas de Sicilia), cannoli (un postre también de origen siciliano, que consiste en un tubo de masa frita y crujiente relleno de una crema dulce a base de queso ricotta), biscotti (unas galletas crujientes, secas y horneadas dos veces, típicamente de la región de la Toscana), el popular gelato (postre helado con una textura más suave y densa que el helado tradicional) y paletas.
Hay más. Las pizzas, las focaccias (pan plano, esponjoso y horneado), el zucchini (el conocido zapallo que se utiliza como aperitivo frito) y el vincotto, una bebida —no es vino fermentado— que se origina en el sur de Italia y se obtiene al reducir el jugo hasta que concentra su dulzura y aroma.
Hace dos meses realizaron la primera experiencia con comensales en la casa de Vargas Araya. Llevan dos.
En una de ellas combinaron el encuentro con un taller de cerámica y platillos de fusión italiano-mexicana, en la cual interactuaron personas de diferentes edades, desde jóvenes de 20 años de edad hasta adultos mayores. Los mismos comensales comentaron que la experiencia les dio otra perspectiva de la vida.
Los resultados de ambos encuentros confirmaron la aceptación de la propuesta. Si bien planean abrir un quiosco o puesto para vender bocadillos y platillos italianos, esperan consolidar el negocio y buscar una casa como sede para generar más experiencias.
“La idea es que la gente comparta y se queden después de la comida, en el postre y el café”, dijo Emanuel. “Queremos replicar una tarde italiana y cómo nos hicieron sentir allá en Trani”.
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