Zarella Canizales y Ariel Espinoza se conocieron en una academia de baile poco antes de la pandemia. En esa época, en medio confinamiento, empezaron a vender rice and beans y pati para generar ingresos.
Sabían que competían con otras opciones, pero decidieron cómo diferenciarse y ganar clientes. Al año abrieron una soda, actualmente tienen tres restaurantes y piensan abrir otro Coco de Rasta.
“Vamos a paso seguro“, dice Zarella.
En el crecimiento tuvo que ver tanto el conocimiento y las habilidades de cocina caribeña de Zarella como en publicidad y mercadeo digital de Ariel.
“Lo que hemos hecho es una escuela para profesionalizar más la marca“, agrega Ariel.
Ambos tomaron la iniciativa porque no tenían ingresos. Zarella dejó de recibir salarios cuando en la cadena de cines en que trabajaba tuvo que cerrar temporalmente. Y en la agencia de publicidad de Ariel los clientes paralizaron todos los proyectos. Formaron equipo y empezaron a producir y a vender.
Zarella es de Cartago, como su mamá Rosario, y su padre Marco era oriundo de Limón. Allá vivían aún unas tías y Zarella iba de vacaciones. En las casas de su familia, aprendió a cocinar comida caribeña. Jamás se imaginó lo que eso implicaría años más tarde.
Siempre está dispuesta a aprender. Estuvo en el Colegio San Luis Gonzaga, sacó el bachillerato por madurez en el Colegio Nacional de Educación a Distancia (Coned) más tarde y en la actualidad está sacando el técnico en administración. Tiene más planes de estudio.
Ariel es mercadólogo. Cuando nació, su familia vivía en Llorente de Tibás. Se crió en una comunidad marginal llamada Nazareno, en Ipis de Goicoechea. Después de graduarse del Colegio República de México estudió administración de hoteles y restaurantes, luego mercadeo y, más tarde, obtuvo la maestría en administración de empresas en la Universidad de Costa Rica. Trabajó durante un tiempo en el Hotel Marriot, en Belén.
Cuando se conocieron en la academia de baile, Zarella trabajaba como administradora del área de bebidas en Cinépolis, tras un recorrido laboral de dependiente y gerente de tiendas. Ariel había fundado y vendido, junto con otros socios, una agencia de publicidad y mercadeo digital. Después tuvo un emprendimiento de cápsulas de aguacate y linaza llamada Aguacatil. Pero siguió en mercadeo, con diferentes clientes, aprovechando que, además, estudió fotografía.
Lo que los movió fue que desde mediados de marzo y durante abril de 2020 se encontraron confinados y sin ingresos. El cine donde trabajaba Zarella cerró. La cadena se acogió a las facilidades legales del momento. A la agencia los clientes le cancelaron todos los contratos.
Zarella, que era madre soltera de tres hijos, recibió el bono del gobierno a las personas afectadas laboralmente debido a la pandemia. Pero calcularon que no les iba a alcanzar. Entonces tomaron una decisión atrevida.
Apuesta
En medio del confinamiento pasaban el tiempo en juegos de mesa y de naipe. Pensaron en vender rice and beans con pollo y pati, aprovechando el dinero del bono. La idea era obtener ingresos y utilidades para reinvertirlas. Zarella se dedicaría a cocinar y Ariel a promoverlo en redes sociales y a la entrega en su automóvil.
La primera tanda vendieron 100 pedidos para almuerzos. Eran tantos que terminaron de entregarlos un sábado a las 8:00 p.m., con el último en Paraíso. Se prepararon para el siguiente fin de semana, a sabiendas que debían empezar a adobar la carne, a rayar el coco y a cocinar desde el lunes. “La gente no sabe todo lo que lleva hacerlo”, dice Zarella.
Les hacían pedidos desde diferentes lugares, el número telefónico de Ariel circuló y llegó a gente que ni les conocía e incluso tuvieron que rechazar órdenes de compra desde Guanacaste. Sabían que pronto la gente se cansaría de comer lo mismo, por lo que Zarella amplió el menú. Y las órdenes seguían llegando.
En un instante tenía 150 pedidos de patí. Y todo con las ollas de la casa, incluyendo la olla de arroz, y en medio de la pequeña cocina del apartamento. Ariel y Zarella se dieron cuenta que debían prepararse para dar un paso más: el restaurante.
La apuesta es complicada, pues hay que definir muy bien qué se ofrece. En Costa Rica se registraron 5.436 restaurantes ante la Caja Costarricense del Seguro Social en 2024.

Apertura
Desde la casa, ambos comercializaban la venta de comida caribeña con sabor casero ya como Coco de Rasta, en alusión a la popular canción de reggae.
La marca no es casual. Ariel es músico y, aunque le encanta el blues, el rock y el metal, tiene un grupo de reggae llamado Natural Dub. Llegó a la Academia porque quería aprender a bailar salsa, cumbia y otros géneros tropicales y le llamó la atención Zarella, que era bailarina profesional.
Poco a poco compraron ollas y otros utensilios necesarios para un restaurante. Como en el apartamento no tenían espacio, los guardaban hasta debajo de las camas. Se sentaron a esquematizar lo que querían hacer y a definir sus objetivos.
Ariel hizo un estudio de mercado y Zarella siguió incluyendo platillos en el menú, como bochinche, un casado limonense que lleva cebolla, patacones, ensalada, frijol molido, queso y macarrones. También, ahorraron.
El primer restaurante lo abrieron en Concepción en mayo de 2021 con tres mesas, pues todavía se tenía que respetar el aforo indicado por el Ministerio de Salud. Acaban de abrir cuando les dio Covid. Ariel estuvo muy grave, incluso entubado. “Casi me muero”, dice. A los seis meses pudo recuperarse.
A Zarella le dio menos fuerte, pero tuvieron que cerrar el negocio. Los ahorros ayudaron. “No somos fiesteros y teníamos guardado dinero”, dice Zarella.
Cuando reabrieron la demanda seguía en aumento, tanto en el local (muchos se iban enojados de esperar afuera y otros pedían para consumir incluso en sus vehículos al frente del local) como en los pedidos a domicilio.
Para las entregas ahora se apoyaban en 10 motociclistas de la localidad que estaban sin empleo y luego en DiDi. Los siguientes restaurantes los abrieron en 2022 y en 2024. Ahora piensan en nuevos puntos y no será al azar.
Ariel y Zarella quieren seguir el modelo de las cadenas de comidas rápidas, que sistematizan y estandarizan todos los procesos y la oferta. Para ellos la constancia y el aprendizaje continuo son parte de las claves.
“Saqué un curso de emprendedoras del Instituto Nacional de Aprendizaje, estoy estudiando administración y quiero seguir como chef a futuro”, dice Zarella.
La expansión no es una opción. “Hay que moverse y tenemos la experiencia para abrir un restaurante en poco tiempo. Tenemos toda esa parte ya estructurada”, afirma Ariel.
Datos claves |
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Empresa: Restaurantes Coco de Rasta |
Fundadores: Zarella Canizales y Ariel Espinoza |
Fundación: mayo de 2020 |
Restaurantes: en Concepción de Tres Ríos (La Unión), Curridabat y Cartago |
Menú: más de 20 opciones de platos y 12 extras |
Platos principales: rice and beans de rabo de res o de costilla de cerdo y pati |
Colaboradores: 12 personas |
Precios: ¢800 (pati) hasta ¢15.000 (rice and beans con langosta cubierta de camarones en salsa caribeña) |
Combos: ¢5.800 (plato de rice and beans) |
Planes: cuarto restaurante |
Recomendación emprendedora: “Hay que ser muy constante, pues es muy fácil bajar los brazos cuando uno está muy cansado o no salen bien las cosas. Y se debe seguir aprendiendo y capacitándose”. |
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