Los colegios privados y semiprivados en Costa Rica son pocos y tienen una capacidad reducida, aunque sus matrículas van en aumento.
Según los datos oficiales del Ministerio de Educación Pública (MEP), con base en la matrícula inicial reportada por las instituciones académicas en este 2025, en Costa Rica hay 228 colegios privados y 22 colegios subvencionados; es decir, uno por cada tres colegios públicos aproximadamente.
Los centros privados y semiprivados, además, reciben a una ínfima minoría de los colegiales del país.
Las instituciones privadas acogen al 8% de los alumnos de secundaria a nivel nacional y los subvencionados a otro 3,2%; frente al abultado 88,8% de los estudiantes que van a los centros financiados por el Estado.
Los números permiten llegar a una conclusión sencilla: los colegios privados siguen siendo muy exclusivos en Costa Rica y pocas personas acuden a ellos.
La matrícula en colegios enteramente privados ni siquiera llega al 10% del total nacional, incluso a pesar de la crisis de calidad que se ha ceñido con mayor fuerza sobre el sector público, con problemas estructurales de financiamiento y planificación ampliamente reportados por instituciones como el Programa Estado de la Nación (PEN).
Según los propios colegios, si bien el poder adquisitivo de las familias ha crecido en las últimas décadas y eso ha permitido la expansión de la educación privada, el costo de la educación privada sigue siendo alto para la mayoría de la población. A fin de cuentas, la mediana salarial entre los trabajadores formales del país apenas supera los ¢500.000 y es previsible que las cifras en el mercado informal sean aún menores.
Dinero y cultura
De los casi 400.000 estudiantes de secundaria costarricenses, menos de 45.000 van a colegios privados y semiprivados.
Hablamos de 31.636 alumnos que acuden a centros enteramente privados y 12.871 que van a centros subvencionados, los cuales son parcialmente financiados con dinero estatal y cobran matrículas menores que los primeros.
La matrícula de los colegios privados ha crecido constantemente en los últimos cuatro años y a mayor ritmo que en el sector público; sin embargo, sigue siendo chica en la comparación con la pública.
Eso se traduce en que no crezca demasiado la cantidad de colegios privados, que hoy son 228: apenas 13 más que en 2016.
Michael Parrales, director del Colegio Monterrey en Montes de Oca y consultor en tecnología de instituciones de educación desde hace más de 20 años, considera que la educación privada sigue siendo difícil de costear para la mayoría de la población, aunque cada vez más personas intenten pagarla.
“Probablemente esto tenga que ver con un tema económico, particularmente”, indicó. “No encontraría muchas otras opciones, porque si una persona hoy puede pagar, lo más probable es que vaya a preferir un colegio privado”.
A eso se suman posibles explicaciones culturales. Por ejemplo, que la mayoría de la población costarricense ha crecido en entornos en los que no siempre fue común pagar para estudiar en secundaria y, por tanto, replica esa práctica con sus hijos.
Los colegios privados, hasta hoy, ni siquiera están presentes en todos los cantones del país. De los 84 cantones en que se divide el territorio costarricense, hay 27 en los que no existe un solo centro privado, según los registros oficiales del MEP.
Generar confianza
Para los dos colegios privados más grandes del país, el crecimiento de la matrícula privada en los últimos años implica el reto para las instituciones del sector de ganarse la confianza de los hogares.
Los hogares cada vez más se plantean pagar más por la educación de sus hijos, y entonces a los centros privados les corresponde capitalizar ese esfuerzo.
“No se trata solo de acoger a más estudiantes, sino de garantizar calidad, diferenciación real y coherencia con la misión institucional”, indicó María Laura Ramírez, coordinadora de Mercadeo de Lincoln School.
Algo similar planteó Kimberly Monge, directora de Comunicación y Mercadeo del CTP CIT.
Desde su punto de vista, la educación privada cumple hoy un papel fundamental como “complemento” y como “aliado” del sistema educativo nacional y, en ese contexto, los colegios tienen que demostrar claramente cuáles son sus ventajas.
“Para las entidades privadas, este contexto implica la responsabilidad de demostrar que la inversión de las familias se traduce en un valor agregado real: excelencia académica, infraestructura adecuada, formación en idiomas, competencias técnicas y un acompañamiento cercano que fortalezca el proyecto de vida de cada estudiante”, añadió.
Dependencia pública
A pesar de la crisis educativa que enfrenta el país —agudizada por la pandemia y por múltiples interrupciones de clases que afectaron principalmente al sector público con sus presupuestos decrecientes—, los colegios públicos del país siguen recibiendo a casi el 90% de los alumnos de secundaria del país.
Eso también se refleja cuando se analizan los datos desde un punto de vista territorial.
A diferencia de los colegios privados y semiprivados, los institutos financiados por el Estado sí tienen presencia en todos los cantones del país. Los liceos estatales incluso llegan a aquellos lugares que podrían considerarse menos rentables para establecer colegios privados, como los cantones fronterizos con Nicaragua y Panamá.
Estos son solo algunos de los datos que dejan en evidencia cuánto continúa dependiendo el sistema educativo nacional del Estado y de su financiamiento.
Ante ese panorama, el Programa Estado de la Nación (PEN) ha insistido en la importancia de que el Estado asuma en mayor medida su responsabilidad de invertir y hacerle frente a los rezagos estructurales y coyunturales que se han sumado en los últimos años.
Según Dagoberto Murillo, investigador del PEN, el Estado tiene una alta responsabilidad en la formación del capital humano costarricense y apenas un 35% de los jóvenes costarricenses acceden a la educación universitaria, por lo que el resto se quedan con lo que aprenden hasta finalizar el colegio o menos.
“Aquí estamos hablando de las oportunidades para la niñez y para la adolescencia; estamos hablando de sueños, de metas, de objetivos cumplidos”, puntualizó.