El multipartidismo y la fragmentación del poder se instalaron en Costa Rica y dejaron atrás el bipartidismo histórico, que ahora parece más superado que nunca.
El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) se mantiene al margen de esta situación y no se posiciona a favor o en contra, tomando en cuenta que es el árbitro de un partido en el que las reglas son puestas por otros.
Más allá de eso, el Tribunal sí se permite hacer un diagnóstico simple: “el actual régimen electoral ha facilitado mucho la creación de partidos políticos”, y no siempre de la forma más “saludable”, democráticamente hablando.
EF conversó con Hugo Picado León, magistrado suplente del TSE y director del Instituto de Formación y Estudios en Democracia (IFED), sobre la evolución del sistema de partidos políticos en Costa Rica, el multipartidismo del siglo XXI y la proliferación de agrupaciones a partir de 2010, cuando fallos constitucionales flexibilizaron los controles.

¿Cómo llega Costa Rica al multipartidismo de hoy?
Cuando en una sociedad hay rupturas sociales importantes, esas rupturas tienden a traducirse en el sistema de partidos.
Nuestro sistema de partidos nació a partir de la Guerra Civil de 1948, que dividió a la sociedad costarricense en dos grandes bandos: el bando liberacionista y el bando antiliberacionista, que toma forma en diferentes partidos políticos.
A partir de los años 1970 aparecen terceros partidos en juego, como el Partido Comunista y algunos otros alternativos, en torno a figuras carismáticas. Aún así, más del 95% del electorado se mantuvo votando sistemáticamente por el liberacionismo o por el antiliberacionismo hasta las elecciones de 1998, inclusive.
Lo que pasa es que los clivajes sociales, esas grandes rupturas, se van agotando generacionalmente y las nuevas generaciones las van interpretando distinto. La gran mayoría del electorado costarricense de hoy no vivió la Guerra Civil, entonces esos clivajes se van diluyendo.
Se cerró un ciclo.
Curiosamente, fue con las presidencias sucesivas de los dos hijos de los caudillos de la década de los 1940, Rafael Ángel Calderón Furnier y José María Figueres Olsen, que parece que se cierra este periodo de clivaje.
Ya para las elecciones de 1998 se anuncian algunos cambios: crece el abstencionismo en un 10%, empiezan a sonar con fuerza algunos partidos alternativos y vemos un cambio radical en el comportamiento electoral.
De seis elecciones que se han llevado a cabo en este siglo, solo tres han sido ganadas por los partidos históricos de aquel clivaje.
Eso va de la mano con la pérdida de simpatías partidarias.
El desalineamiento partidario es un factor importantísimo para entender el multipartidismo y el aumento de la fragmentación política. Todavía en 1994, cuando se hacía una encuesta y se le preguntaba al costarricense con cuál partido simpatizaba, el 94% de la población decía simpatizar con alguno de los dos partidos herederos de aquel clivaje de 1948. Tal vez un 2% decía simpatizar con el Partido Comunista y el resto era el que decía “no tener partido”. Normalmente ese 4% decidía las elecciones.
Hoy ni siquiera el 20% de la población manifiesta tener simpatía por algún partido y entre el 70% y el 80% de la población son aquel 4% de hace 30 años.
¿Y cómo se traduce eso en la creación de partidos políticos?
Ese desalineamiento partidario crece paulatinamente y se traduce, en términos de participación político-partidista, en un multipartidismo. Se van creando cada vez más partidos políticos ajenos a los dos partidos que fueron hegemónicos y la fragmentación es la manera en la que el electorado se manifiesta en las urnas, respecto a esa pluralidad de partidos.
¿Cómo afectaron los fallos de la Sala Constitucional en 2010 y 2011 al sistema de partidos en Costa Rica y cómo impulsaron esa fragmentación?
Si bien no se dio un cambio en la forma en que elegimos a nuestros gobernantes, porque seguimos eligiendo al presidente, vicepresidente y los diputados de la misma manera, sí ha habido un cambio propiciado por la Sala Constitucional, que hizo la puerta de entrada de nuevos partidos al sistema político mucho más grande y la puerta de salida, mucho más chica.
Eso lo que genera es una inflación del sistema de partidos, hasta el punto de que es muy fácil crear partidos políticos en Costa Rica y es difícil que desaparezcan.
Es como si se tratara de una de de un globo o de una manguera, si la entrada es muy grande y la salida es pequeña, empieza a generarse una inflación y a finales de siglo pasado teníamos entre 20 y 30 partidos políticos en el país, pero hoy tenemos 160 contando nacionales, provinciales y cantonales.
¿Qué nos dice ese aumento?
Este aumento en el número de partidos políticos refleja el fenómeno multipartidista, el desapego de la población con partidos políticos preestablecidos y la facilidad de crear nuevos partidos.
El electorado empieza a votar por diferentes alternativas políticas para efectos de Asamblea Legislativa a partir de del año 2000 y eso genera un incremento notable en el número efectivo de partidos políticos.
¿Es esperable llegar a algún techo?
Es probable que se llegue a un punto en el que la saturación del sistema no dé para más y sea el propio electorado el que empiece a establecer algunos límites, algunos techos. Esto sí se observa en sistemas electorales comparados.
Puede ser que esto empiece a ocurrir, lo digo como una opinión muy personal, desde el punto de vista totalmente académico, porque en las elecciones pasadas presidenciales tuvimos 25 candidatos a la Presidencia, pero el 98% de los votos se concentró en seis partidos políticos y en seis candidaturas. Los 19 partidos políticos restantes, sumándolos todos, apenas llegaban al 2% de los votos y ni siquiera alcanzaron un escaño legislativo en conjunto.
Para el electorado llega un punto en el que ese mar de opciones es tan complejo y tan grande, que termina por hacer una selección y por achicar las opciones.
¿Y qué retos implica la fragmentación para la vida democrática del país?
Ya quitándome el sombrero académico y poniéndome el sombrero del TSE, al Tribunal lo que le corresponde es aplicar las leyes que emite la Asamblea Legislativa, aplicar la Constitución Política.
Para el Tribunal el desafío es logístico. Obviamente es más sencillo organizar unas elecciones con pocas candidaturas.
Cuando una un grupo de personas se acerca a nuestras oficinas para tramitar la inscripción de un partido político y cumple con todos los requisitos de ley, se tramita y se inscribe el partido.
No nos corresponde, como Tribunal, hacer una evaluación del impacto político o de si esto es mejor o peor para la democracia.
Pero, ¿considera el Tribunal que las regulaciones actuales para formar partidos políticos y para mantenerlos vivos promueve estándares mínimos de calidad y representatividad?
Lo que el Tribunal entiende es que el actual régimen electoral ha facilitado mucho la creación de partidos políticos, no por decisiones del Tribunal o por política legislativa, sino por jurisprudencia constitucional.
La puerta de entrada al sistema de partidos es muy amplia y la puerta de salida es pequeña, y hay muchísimos partidos. Son unos 160 partidos políticos que están inscritos en todas las escalas y hay muchos partidos que entran en períodos de profundo adormecimiento, prácticamente sin actividad vital, y que apenas se reactivan cuando se acerca un proceso electoral.
Hablamos de partidos que mantienen su ritmo a niveles mínimos para no desaparecer y mantenerse inscritos, y eso quizás no sea lo más saludable. No es lo que constitucional y legislativamente se pretende de un sistema de partidos que promueva la participación, con constante análisis de la realidad nacional, estructuras de capacitación fuertes y permanentes. Esto no lo estamos viendo.
¿Se han planteado propuestas de reforma desde el TSE?
Toda la teoría electoral y todos los manuales de buenas prácticas a nivel internacional señalan que el organismo electoral debe ser respetuoso de lo que decida el parlamento, porque al fin y al cabo la reforma legislativa tiene como actores principales a los representantes que compiten por el poder político.
Nosotros podemos dar una opinión técnicamente, cuando se nos hace una consulta legislativa; pero no le corresponde al organismo electoral valorar si un sistema debe ser más o menos concentrado, más o menos multipartidista. Eso debería ser valorado o analizado desde el ámbito político.