Costa Rica cerrará el 2025 con una economía que luce ordenada en los indicadores macroeconómicos, pero con efectos desiguales en la vida de las personas.
El crecimiento supera los promedios nacionales y regionales recientes, el dólar se estabilizó en niveles históricamente bajos y la inflación sigue contenida; sin embargo, los beneficios de ese entorno no se distribuyen de manera uniforme.
La producción volvió a concentrarse en un sector pequeño del tejido empresarial, el tipo de cambio dejó ganadores y perdedores claros, y el comportamiento de los precios revela una economía sin dinamismo sólido.
Este es el resumen de un año que luce bien en el agregado, pero que esconde tensiones relevantes bajo la superficie.
Crecimiento alto, pero concentrado
El Banco Central estima que Costa Rica cerrará el año con un crecimiento económico del 4,2%. Ese dato supera el promedio de los últimos 10 años (3,5%) y al de la mayoría de países de la región. No obstante, ese crecimiento continúa concentrado en una pequeña parte del tejido productivo.
Las empresas de zona franca cerrarían un 12,8% al cierre del año; mientras que las del régimen definitivo —responsables del 85% de la producción nacional y de casi el 90% del empleo asalariado— apenas avanzarían un 2,8%.
Hasta octubre, la brecha era incluso más alta. El crecimiento en los regímenes especiales era de 15% interanual, frente a un 2,6% en el régimen definitivo.
La división es clara: las empresas de manufacturas y de servicios con exoneraciones fiscales y otros beneficios empujan el dinamismo económico costarricense; mientras que las actividades vinculadas al mercado interno, como el sector agropecuario o la construcción para fines privados, más bien mostraron retrocesos, a pesar de su relevancia para el empleo de poblaciones menos calificadas y rurales.
Según el BCCR, el agro cerraría 2025 con una contracción del 1,9% y la construcción con destino privado caería un 4,5%.
Los números confirman una dualidad ampliamente documentada: Costa Rica crece, pero de una forma que investigadores y economistas califican como poco inclusiva.
“El país apostó por un modelo exportador y de atracción de inversión desde hace 30 o 40 años, y eso lo hemos hecho muy bien; pero descuidamos la economía interna, el fomento productivo, el sector agropecuario, las pymes”, resumía Natalia Morales, coordinadora del PEN, en una reciente entrevista con este medio sobre el crecimiento de las desigualdades salariales en el país.
Así, “uno siente que la economía está creciendo, pero que ese crecimiento solo se está sintiendo en algunos sectores”, subrayó Daniel Ortiz, director ejecutivo de la firma Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa).
A pesar de ese gran matiz, el crecimiento de las zonas francas este 2025 también tiene que considerarse un éxito. A fin de cuentas, Costa Rica fue una víctima más de la guerra comercial y los aranceles del presidente, Donald Trump, en Estados Unidos (que primero impuso una tasa del 10% sobre los productos costarricenses y luego la subió hasta el 15%); pero el entorno mostró resiliencia. Pese al gravamen, el valor de las exportaciones hacia la región norteamericana —con Estados Unidos a la cabeza— no solo no cayó, sino que registró un crecimiento interanual del 18% al corte de octubre. Este dinamismo desafió la lógica proteccionista gracias a la naturaleza estratégica de los dispositivos médicos, un sector que aportó la mayor parte de todo el aumento exportador y cuya demanda en el mercado estadounidense se mantuvo, blindando así las cifras macroeconómicas del país frente al choque comercial.
El crecimiento tan alto de 2025, sin embargo, podría desacelerarse en el próximo año. El país no solo perdió empresas como Qorvo e Intel, sino que también pudo haber experimentado un crecimiento más alto del esperable en este año por el comportamiento de empresas que temían mayores restricciones comerciales futuras y que adelantaron algunas de sus operaciones, según advierten algunos analistas.
Dólar estable... y divisivo
En materia de tipo de cambio, el dólar se estabilizó cerca de los ¢500 después de experimentar cambios relativamente abruptos en los años anteriores.
La estabilidad de 2025 fue relativamente firme, a pesar de que en algún momento se llegaron a registrar precios tan bajos que no se veían desde hace 20 años.
Dicho comportamiento tuvo efectos distributivos muy claros sobre los actores de la economía nacional: benefició a algunos actores y perjudicó a otros, fácilmente identificables.
Importadores, deudores en dólares con ingresos en colones y consumidores de bienes tasados en moneda extranjera resultaron favorecidos; mientras exportadores, empresas turísticas y trabajadores que reciben ingresos en dólares enfrentaron el efecto contrario.
Para Rodrigo Cubero, expresidente del Banco Central, la apreciación del colón implica “una pérdida de competitividad importantísima”, con posibles efectos sobre empleo.
Entre octubre de 2024 y octubre de 2025, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) estima que se registran 25.000 desempleados menos, pero por una menor participación laboral, pues la cantidad de puestos de trabajo también se habría reducido en poco menos de 5.000 unidades.
Cubero estima que el Banco Central ha tenido parte de la responsabilidad de que el dólar esté en niveles tan bajos. Según señaló, si bien es cierto que el valor ha caído gracias al éxito del país en la atracción de empresas e inversiones extranjeras (que aumenta la circulación de dólares a nivel local), también debería estar relacionada con el mantenimiento de las tasas de referencia relativamente altas, a pesar de que la inflación se ha mantenido controlada.
“Si las tasas de interés están más altas de lo que deberían de estar”, señaló, “el tipo de cambio está más apreciado de lo que debería de estar”, puntualizó.
No obstante, el diagnóstico no es unánime.
Para José Luis Arce, de FCS Capital, el dólar podría estar entrando en un nuevo rango de normalidad, luego de que el país superó choques como las complicaciones fiscales de 2018, la pandemia de 2020 y 2021, y las crisis que sucedieron dicho evento sanitario como la subida de las materias primas o la caída en el turismo.
“Los niveles de tipo de cambio entre ¢495 y ¢505 son para la economía costarricense en este momento, es mi opinión, tipos de cambio de equilibrio”, aseguró en los micrófonos del programa Hablando Claro, emitido por Radio Columbia. “No es tanto porque la política monetaria de hoy sea muy restrictiva (...) La de hoy es una economía con mucho menos desequilibrios externos y que es mucho más estable”, analizó.
Más allá del debate técnico, el nivel del tipo de cambio también ha tenido efectos mixtos sobre las finanzas públicas.
Si bien un dólar bajo le podría estar echando un empujón al Gobierno Central para que su endeudamiento público parezca más bajo a la hora de expresarse como porcentaje del PIB y para que el pago de intereses sea menor, al haber una porción importante de crédito en dólares; también habría sido un factor relevante para explicar la caída recaudatoria de algunos impuestos que se cobran en aduanas y a empresas que comercian en dólares.
“Esto ha tenido un impacto por los dos lados, e incluso podría ser más fuerte por el lado de los ingresos”, explicó Fernando Rodríguez, investigador de la Universidad Nacional y exviceministro de Hacienda.
La recaudación del impuesto de renta por remesas cayó un 1,3%, la de los impuestos sobre las exportaciones bajó un 10,2% y la de los impuestos sobre el consumo se redujo 10,3% hasta septiembre pasado. Además, el impuesto sobre la renta a las empresas subió un 4,6%; pero al cierre de 2024 se había contraído hasta un 8,2%.
Precios bajos, economía floja
En inflación, el indicador de precios se ha mantenido por debajo del rango meta del Banco Central, igual que en todo el 2024.
En otras palabras, el crecimiento del Índice de Precios al Consumidor ha sido muy bajo o hasta negativo.
Esta situación implica otra paradoja que Cubero resume en pocas palabras: “aunque esa inflación baja o negativa pueda parecer muy bonita en los titulares de los periódicos, señala una depresión en la economía”.
“Esos precios bajos sostenidos empiezan a generar un círculo vicioso. Encarecen los salarios reales, desincentivan la generación de empleo, encarecen las deudas en términos reales y entronizan las expectativas de inflación baja o negativa, lo cual puede llevar a la posposición de decisiones de consumo e inversión”, aseguró.
En el corto plazo, sin embargo, la situación tuvo efectos positivos —aunque quizás poco duraderos—.
Por ejemplo, la inflación neutra o negativa es parte de los factores que ayudó a salir a una porción de la población de la pobreza en 2025, aunque fuera por un pequeño margen.
Cubero también achaca este fenómeno, parcialmente, a las decisiones del Banco Central.
Según considera, “las tasas de interés de política monetaria han estado más altas de lo que se justifica” para mantener a raya la inflación, y eso genera parte del efecto.
Las tasas de interés altas se consideran restrictivas porque limitan el acceso a financiamiento y promueven el ahorro, lo cual enfría la demanda con el objetivo de contener los precios. Sin embargo, diversos economistas y sectores productivos locales consideran que el BCCR ha mantenido tasas elevadas por más tiempo del necesario, tomando en cuenta que la inflación se ubica por debajo de su rango meta (entre 2% y 4%) desde mayo de 2023.
Pablo González, gestor de portafolios de Mercado de Valores, consideró que la inflación baja generó espacios para disminuciones de la Tasa de Política Monetaria (TPM), lo cual “se materializó dos veces en este 2025, aunque pudieron ser más”.
Arce, sin embargo, considera que también hay que considerar la dinámica global. Según señaló en la entrevista radial, el mundo vive un momento de desinflación después de la escalada de los precios en la pospandemia, y Costa Rica no escapa de ello. Por eso, no solo se trata de un efecto provocado por las decisiones del BCCR.
Según el Banco Central, la inflación subyacente (sin contemplar los precios más volátiles) regresaría al rango hasta dentro de un año y la inflación regular medida por el Índice de Precios al Consumidor, hasta el segundo trimestre de 2027.
Finanzas sanas, pero insuficientes
Todos los datos antes mencionados también inciden en las finanzas públicas del Gobierno Central, cuya fotografía del 2025 tiene sus luces y sombras.
La deuda pública como porcentaje del PIB se ha mantenido relativamente estable, aunque persisten dudas sobre si será o no posible mantener el indicador por debajo del 60% —como ya pasó en 2024.
Esta cuestión es clave, porque permitiría seguir aplicando restricciones menos fuertes sobre el gasto público bajo la sombrilla de la regla fiscal. Entre otras cuestiones, por ejemplo, no habría que volver a congelar los salarios públicos o ponerle tope a las inversiones de capital, como la infraestructura.
Por otra parte, los ingresos tributarios hasta septiembre crecieron apenas un 2,7%: un ritmo que sigue siendo bajo (incluso menor al crecimiento de la economía), pero que al menos es ligeramente superior al registrado en el mismo período del año pasado (1,3%).
Se trata de una situación estable, pero que no es totalmente alegre para el Estado, cuya población percibe deterioros en campos claves como la educación, la salud o la seguridad pública, cuya resolución requiere de inversiones.
Para Rodríguez, la aparente insuficiencia fiscal remite a los problemas productivos de la economía interna.
“El sector que crece y que está empujando el crecimiento no es el que está pagando impuestos de forma directa, que son las zonas francas”, señaló. “En cambio, los sectores que normalmente generan recaudación están creciendo a tasas muy bajas, están estancados o incluso están cayendo, como el sector agro”, mencionó.
Generar un ambiente productivo más fuerte e inclusivo, que no recaiga únicamente en las empresas de zona franca, también podría implicar recursos frescos para el Estado; más allá de que también se puedan plantear reformas legales o mejoras en los modelos cobratorios actuales.
Época de transición
Costa Rica cierra el año, además, con el telón de fondo de una nueva transición gubernamental.
Más allá de que pueda o no haber continuidad del oficialismo —favorito en las primeras encuestas—, las elecciones siempre suelen suponer un momento de freno hasta mayo, cuando la nueva administración entra en funciones.
Según señaló Ortiz, las elecciones siempre invitan a los agentes económicos a pensar mejor sus decisiones de consumo e inversión, implican curvas de aprendizaje para las nuevas autoridades y los nuevos gobernantes, e implican una especie de pausa en materia de grandes transformaciones.
“Esto deja poco espacio para cambios”, resumía al respecto, en una reciente presentación sobre el escenario político y económico de 2025 y 2026.
La economía cierra ordenada el 2025, pero sus desafíos no se borran. Al contrario, se dibujan nuevamente en la ‘fotografía navideña’ y ahí estará cuando se estrene la primera página del nuevo calendario.
