Un médico le pidió fotos de una operación. Alejandra Fernández Dengo nunca había estado en una cirugía y temía desmayarse.
El día indicado llegó y se vistió. No pasó nada. Cuando se dio cuenta, estaba tomando fotos casi encima del paciente. Las fotografías eran para las plataformas digitales del cliente.
Alejandra pasa activa todo el tiempo. La llaman de firmas multinacionales, agencias de comunicación, familias, profesionales y ejecutivos. Los comercios de fotografía casi desaparecieron, pero para ella la nueva era digital significa mayor demanda.
Abrió un estudio en Ecoplaza Villa Real en Santa Ana hace tres años y se pasó a otro local más amplio ahí mismo.
“Hay mucho trabajo“, dijo Ale. “Soy muy apuntada. Creo que eso es porque cuando niña íbamos a la finca en Guanacaste, pasábamos allá los tres meses de vacaciones. No había ni luz ni nada. Me encantaba. Trato de mantener esa sensibilidad en mis hijos”.
La alta demanda que enfrenta es un reflejo del mercado. Los negocios de fotografía y de venta al por menor de equipos, artículos fotográficos y armerías aumentaron de 126 a 147 entre 2023 y 2024, según la estadística de patronos inscritos ante la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).

De carrera en carrera
Alejandra es la cuarta de cinco hijas del matrimonio de Juan Guillermo Fernández y Carmen Dengo. Vivían cerca de la escuela Roosevelt, en San Pedro de Montes de Oca.
Cumplió la primaria en el Saint Anthony School y la secundaria en el Saint Claire, en Moravia. Ale nunca dejó de estar inquieta. Le cuesta concentrarse, lo que asocia a “un déficit atencional altísimo”.
Se lo advertía a sus profesores cuando la reconocían como hermana menor de Marcela, quien se destacó siempre como estudiante.
“Uno ve las cosas diferentes y se enfoca en lo que no es”, explicó Alejandra. Es su fortaleza.
En 1997 ingresó a la Universidad de Costa Rica (UCR) a antropología. No le gustó. Se trasladó a la Universidad Veritas, a diseño publicitario. Le encantó, aunque el ambiente no tanto. Pasó a arquitectura de interiores. Era su tercera carrera y no había terminado ninguna. “Prohibido pasarse de nuevo”, le advirtió su padre.
En diseño publicitario y en arquitectura de interiores llevó cursos de fotografía. Sus habilidades destacaron. “Usted es fotógrafa”, le dijo uno de sus profesores, Giorgio Timms.
Cuando la Veritas creó la carrera de fotografía ella se pasó y le convalidaron materias. Los gastos de materiales los costeaba ella pintando cuartos de bebés, con “mil cosas de arte” o trabajando con Marcela, quien era agente de seguros. No dijo nada en la casa.
Cuando se acercaba la graduación en 2003, ella se dio cuenta que su padre y su madre se llevarían una sorpresa si no la veían entre los arquitectos.
Ale fotógrafa
“¿En qué va a trabajar?”, le dijo Juan Guillermo, su padre, el día que ella le confesó que se graduaría de fotógrafa.
Cuando se casó con Orlando Odio, Alejandra combinaba su trabajo en la oficina de comercialización de seguros de su hermana Laura y con la fotografía.
Tomaba fotos de los hijos y las hijas de sus hermanas y amigas. Hacían calendarios privados con la foto de uno de ellos cada mes. Luego, retratos de familias, en especial al aire libre, donde las captaba desenvolviéndose de forma natural y espontánea.
A algunas familias las retrata cada año. Prácticamente conoce sus historias, cuando todavía estaban los abuelos o cuando los hijos eran pequeños y ahora que tienen sus propios hogares.
“Desde niña siempre vi el mundo desde un ángulo distinto”, explicó Alejandra. “Soy muy sensible y visual. Me gusta prestar atención a lo que la gente dice con gestos, miradas o silencios”.
Cuando nacieron sus hijos empezó a dedicarse solo a la fotografía. La llamaban de los kínder para retratar a los grupos. Los clientes surgían del boca en boca.
El cambio tecnológico generó nuevas oportunidades. De estudiante era de las que apostaba por lo tradicional, como el revelado en el cuarto oscuro, y rechazaba los sistemas como Photoshop. Lo empezó a usar mucho después, con las nuevas demandas y el paso a lo digital.
Las redes sociales provocaron un aumento de la demanda. Primero Facebook, pues las familias pedían fotos para subirlas a los perfiles. Después Instagram, de emprendimientos que requieren fotos profesionales.
En 2020 los pedidos de fotos familiares y de emprendimientos aumentaron más, tras la pausa inicial del confinamiento.

Otro empujón
Alejandra rechaza muy pocos encargos. Viajó a Papagayo, para tomar las fotos del hotel Ritz. La llaman de agencias de comunicación para fotos de sus clientes corporativos. Una nueva vertiente de negocios surgió desde 2020 sin planearlo.
La amiga de una maquilladora amiga suya, Gabriela Campos, le pidió una foto para el perfil de LinkedIn. Alejandra había trabajado con abogados. El nuevo pedido era diferente.
La nueva cliente tenía en LinkedIn la misma imagen que la del gafete de su empresa. Gabriela realizó el maquillaje y Alejandra tomó las fotos. El servicio se disparó.
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Durante los últimos años, LinkedIn creció en Costa Rica por las opciones de contratación remota, su mayor uso en los procesos de reclutamiento y como plataforma de servicios profesionales.
El estudio Red 506 del 2024, elaborado por Shift Porter Novelli para El Financiero, muestra un promedio de 1,4 millones de usuarios por mes, 16 veces más que en 2019.
Los usuarios tienen mayor consciencia de la necesidad de mejorar su presentación en esta red social y para las plataformas de videoconferencias Teams y Zoom.
Por eso las empresas la contratan para tomar fotografías al personal ejecutivo o de ciertas áreas con el fin de mejorar su presentación e imagen.
Trasladó su estudio de Plaza Combai, frente a Multiplaza Escazú y dedicado a retratos familiares, a Plaza Real en Alto de las Palomas, Santa Ana. Es ideal para las fotos profesionales pues controla la luz y el fondo, aumenta la calidad de las imágenes y evita el tráfico. En Plaza Real tuvo que cambiarse a un local más amplio en la segunda planta.
Sigue trasladándose a residencias para fotos familiares y a empresas, como las de dispositivos médicos, que requieren imágenes para sus sitios web. Aquí ha tenido que ingresar a cuartos limpios y cumplir los exigentes protocolos. Lo mismo que en la sala de operaciones.
Un médico ortopedista requería una foto donde apareciera realizando una cirugía. Le pidieron permiso al paciente.
Alejandra se preparó para ingresar al quirófano en la clínica privada. Pero temía que si había mucha sangre se descompondría.
Las enfermeras le explicaron que iniciaban con una laparoscopia, una técnica quirúrgica poco invasiva y que da una visualización sin necesidad de hacer grandes incisiones.
Cada instante, mientras avanzaba la operación, Alejandra iba acercándose más y más.
“Le abrieron la pierna al señor. Yo estaba casi con la cámara metida entre las enfermeras y el doctor”, contó todavía sin creerlo.
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