La publicidad, como una rama sobresaliente de la comunicación, es sin duda un quehacer inteligente.
Ella puede activar los mecanismos inventivos que desafían lo obsoleto y capturan lo nuevo.
La publicidad es una forma de trasformar la experiencia en conciencia y llenar la conciencia de visiones concretas.
Se puede decir que es un ejercicio múltiple de lógica práctica que navega por el amplio espacio de la imaginación.
Su tarea principal es crear ideas y poder aplicarlas mercadológicamente con certeza.
Vive y se desarrolla dentro de una combinación de la creatividad y el pensamiento estratégico, aunque la principal filosofía publicitaria será siempre la acción.
Hay que mencionar también que la publicidad es una profesión de inteligencia con diligencia, atributo de los que viven a tiempo y con el tiempo.
Un quehacer de tan complejas dimensiones que no se concibe sin el uso constante de la materia gris.
Tres recomendaciones a manera de reflexión:
1. La publicidad debe unir la capacidad técnica y la sensibilidad estética. No debe sorprender, por ello, que un crítico tan severo como lo fue el economista Galbraith, haya reconocido que la publicidad es una de la profesiones que requiere mayor inteligencia.
2. Con buena disciplina, es centro catalizador de los más diversos apremios de cambio, anticipo y sustancia del futuro. Debe promover y ser límite común entre lo local y lo global.
3. Con un impulso bien planificado, fertiliza el estímulo de la economía, genera comunicación positiva y alienta la superación general. Por supuesto, siempre y cuando sea veraz, oportuna y suficiente para el consumidor.